Proveniente de una hermandad de cuatro, en la que yo soy la única mujer, circunstancia que a menudo propiciaba vivencias de exclusión, este abusivo apartamiento de los niños de mi edad lo viví con resistencia. Hice un gran esfuerzo por cumplir con el contrato de lealtad y de obediencia a las mujeres de mi árbol y antes de que llegaran las Navidades, ya estaba aparentemente adaptada, pero cada vez que escuchaba esta canción... ¡me sobrevenía una rabia incendiaria!
El poder de los padres para programar el ecosistema en el que se crían y educan sus hijos, permite abusos acotados en el tiempo de la infancia y sin fecha de caducidad en la memoria emocional del adulto.
Carmen Sol
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